Nota: una serie de eventos de no poca importancia me dificultaron continuar esto. Sinceramente, pensé en dejarlo, pero debido a los ocultos seguidores de esta pseudo"historia" (contados con los dedos de una mano) y a que en los proximos meses con el ultimo cuatrimestre de mi carrera necesitare algo con que dsitraerme y que no me quite mucho tiempo, decidi iniciar la segunda entrega, a ver que sucede...
Prefacio.
La puerta del templo se abrió a mitad de la noche. Tras ella una figura grande, un tanto pesada, madura, que acumulaba los años en su espalda avanzó a pasos lentos. Le pareció, a esta figura sobria y amable, increíble que, a pesar de la prisa con la que había llegado, ahora se diera tiempo para caminar con relativa calma, cuando en realidad, ésta se esfumaba a cada segundo. El interior no estaba totalmente oscuro, mas bien en penumbra. Se distinguían tenuemente las sombras de los objetos, como si durmieran casi conscientes de que lo hacían. Las bancas de madera alineadas unas tras otras, en las que los fieles hundían sus rodillas mirando hacia el altar buscando algo que les colmara la vida de dicha y felicidad, parecían despertar suavemente al resonar de las pisadas, interrumpiendo la madrugada. Se quitó el casco metálico que le protegía la testa y lo abrazó contra su cuerpo a la usanza de un guerrero que vuelve a su cuartel. La luz y las sombras del ambiente libraban una batalla por declarar suya la Catedral. Dejó caer su rodilla frente a la mujer que le esperaba de frente en la escalinata. Era una mujer madura, casi tanto como él, quizá hasta un poco más. ¿Quién podría adivinarlo? Le besó el dorso de la mano y luego se incorporó para abrazarla.
-Creí que iba a tener que despertarte.
Ella lo abrazó con cierto cariño indulgente y hasta cierto punto compasivo y le respondió con una voz que corrió libremente por la sala de misas:
-Los lamentos de mil almas perdiéndose de una forma tan abominable no pueden pasar sordos a los oídos de quienes entregamos nuestra vida al Señor.
-Teresa… es tan horrible. Todo esto es tan desafortunado.
-Siracuse, querido. Tú sabías que este día tarde o temprano iba a llegar. Estaba escrito.
-Si. Pero nunca supimos cuando iba a suceder. Por más que me esforcé, por más que quise poner ojos en cuanto pueblo pudiera…si tan solo hubiera buscado un poco mas…traté…. Traté de evitarlo…de verdad.
-No te disculpes, no es tu culpa.
La madre Superiora estrechó de nuevo al hombre por los brazos, sujetándole fuertemente intentando infundirle ánimos.
-¿Y el Gran Obispo? –se animó a preguntar el militar.
-Esta preparándose. Está firmando la responsiva y empacando sus cosas.
-¿Firmando?
-Autorizará el uso de portales a la Orden de Sacerdotes y Sacerdotisas para dar aviso a los pueblos de la situación.
-¿A todos? Es muy peligroso, algún portal podría ser saboteado.
-Solo a las grandes capitales. De allí los mensajeros partirán a las aldeas circunvecinas a pie.
-¿A dónde los enviarán primero?
- Lighthalzen, Yuno, Payon, Rachel, Amatsu…aun deciden una ciudad mas. No saben si a Gonryun o a Moscovia.
El guerrero lanzó un suspiro de evidente preocupación, apretando su casco metálico contra su cuerpo.
-Sé lo que piensas, Siracuise, pero no te preocupes… no te aflijas, ella estará a salvo. Jamás imaginarían en donde esta viviendo. La escondiste muy bien.
-Pero está tan cerca del Lago Abismal…
-A veces el lugar mas seguro en medio del infierno, es el mismísimo abismo.
En eso se encendió la luz del pasillo del fondo, el gran Obispo apareció seguido de un grupo de 4 sacerdotes y 3 sacerdotisas que portaban las túnicas de misionero.
-Sir.
-Altísimo –respondió Siracuse el saludo al Gran Obispo.
-Creo que esta Catedral es el lugar mas seguro en todo el reino. Se convertirá en el refugio de todo pronteriano que pueda caber en ella. Apenas rompa el sol sonaremos las campanas para llamar a la gente.
-Por supuesto, su santidad. Me encargaré de que mis hombres toquen a la puerta de cada hogar para asegurarse de que nadie se quede en casa.
-La Orden Superior te lo agradece profundamente…¿Dónde está el Libro de la Madre Tierra?.
Siracuse frunció el ceño. Sabía que la respuesta no agradaría en nada al Gran Obispo. Pero como un hombre de lealtad y honor, no podría mentir bajo ninguna circunstancia. Y mucho menos al Gran Obispo. Eral el Código de Honor de los Caballeros de Rune Midgard, al que había jurado una lealtad inquebrantable desde la primera vez, y así se había mantenido por décadas…
______________
Capitulo 1.- La noticia del despertar de Satán Morroc
Nada posee mas libertad que el viento
el viento va y viene, gira, retrocede,
se apacigua o se enfurece.
Quién se desprenda de todo miedo
podrá montar sobre una ráfaga de viento.
Prefacio.
La puerta del templo se abrió a mitad de la noche. Tras ella una figura grande, un tanto pesada, madura, que acumulaba los años en su espalda avanzó a pasos lentos. Le pareció, a esta figura sobria y amable, increíble que, a pesar de la prisa con la que había llegado, ahora se diera tiempo para caminar con relativa calma, cuando en realidad, ésta se esfumaba a cada segundo. El interior no estaba totalmente oscuro, mas bien en penumbra. Se distinguían tenuemente las sombras de los objetos, como si durmieran casi conscientes de que lo hacían. Las bancas de madera alineadas unas tras otras, en las que los fieles hundían sus rodillas mirando hacia el altar buscando algo que les colmara la vida de dicha y felicidad, parecían despertar suavemente al resonar de las pisadas, interrumpiendo la madrugada. Se quitó el casco metálico que le protegía la testa y lo abrazó contra su cuerpo a la usanza de un guerrero que vuelve a su cuartel. La luz y las sombras del ambiente libraban una batalla por declarar suya la Catedral. Dejó caer su rodilla frente a la mujer que le esperaba de frente en la escalinata. Era una mujer madura, casi tanto como él, quizá hasta un poco más. ¿Quién podría adivinarlo? Le besó el dorso de la mano y luego se incorporó para abrazarla.
-Creí que iba a tener que despertarte.
Ella lo abrazó con cierto cariño indulgente y hasta cierto punto compasivo y le respondió con una voz que corrió libremente por la sala de misas:
-Los lamentos de mil almas perdiéndose de una forma tan abominable no pueden pasar sordos a los oídos de quienes entregamos nuestra vida al Señor.
-Teresa… es tan horrible. Todo esto es tan desafortunado.
-Siracuse, querido. Tú sabías que este día tarde o temprano iba a llegar. Estaba escrito.
-Si. Pero nunca supimos cuando iba a suceder. Por más que me esforcé, por más que quise poner ojos en cuanto pueblo pudiera…si tan solo hubiera buscado un poco mas…traté…. Traté de evitarlo…de verdad.
-No te disculpes, no es tu culpa.
La madre Superiora estrechó de nuevo al hombre por los brazos, sujetándole fuertemente intentando infundirle ánimos.
-¿Y el Gran Obispo? –se animó a preguntar el militar.
-Esta preparándose. Está firmando la responsiva y empacando sus cosas.
-¿Firmando?
-Autorizará el uso de portales a la Orden de Sacerdotes y Sacerdotisas para dar aviso a los pueblos de la situación.
-¿A todos? Es muy peligroso, algún portal podría ser saboteado.
-Solo a las grandes capitales. De allí los mensajeros partirán a las aldeas circunvecinas a pie.
-¿A dónde los enviarán primero?
- Lighthalzen, Yuno, Payon, Rachel, Amatsu…aun deciden una ciudad mas. No saben si a Gonryun o a Moscovia.
El guerrero lanzó un suspiro de evidente preocupación, apretando su casco metálico contra su cuerpo.
-Sé lo que piensas, Siracuise, pero no te preocupes… no te aflijas, ella estará a salvo. Jamás imaginarían en donde esta viviendo. La escondiste muy bien.
-Pero está tan cerca del Lago Abismal…
-A veces el lugar mas seguro en medio del infierno, es el mismísimo abismo.
En eso se encendió la luz del pasillo del fondo, el gran Obispo apareció seguido de un grupo de 4 sacerdotes y 3 sacerdotisas que portaban las túnicas de misionero.
-Sir.
-Altísimo –respondió Siracuse el saludo al Gran Obispo.
-Creo que esta Catedral es el lugar mas seguro en todo el reino. Se convertirá en el refugio de todo pronteriano que pueda caber en ella. Apenas rompa el sol sonaremos las campanas para llamar a la gente.
-Por supuesto, su santidad. Me encargaré de que mis hombres toquen a la puerta de cada hogar para asegurarse de que nadie se quede en casa.
-La Orden Superior te lo agradece profundamente…¿Dónde está el Libro de la Madre Tierra?.
Siracuse frunció el ceño. Sabía que la respuesta no agradaría en nada al Gran Obispo. Pero como un hombre de lealtad y honor, no podría mentir bajo ninguna circunstancia. Y mucho menos al Gran Obispo. Eral el Código de Honor de los Caballeros de Rune Midgard, al que había jurado una lealtad inquebrantable desde la primera vez, y así se había mantenido por décadas…
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Capitulo 1.- La noticia del despertar de Satán Morroc
Nada posee mas libertad que el viento
el viento va y viene, gira, retrocede,
se apacigua o se enfurece.
Quién se desprenda de todo miedo
podrá montar sobre una ráfaga de viento.
Y así pasaron dos años desde aquella despedida a las afueras cercanas de los bosques de Prontera. Dos años que corrieron con la libertad de una ráfaga de aire y que cargaron ese mismo aire con una expectaiva y un furor guerrero mezclado con paz y vigilia, alerta y vacación, ocupación y ocio, temor y relajación. Todas ellas sensaciones contrarias, todas por lo que había ocurrido.
La noticia del Despertar de Satán Morroc impactó fuertemente los primeros meses. En los pueblos no se podía creer lo que oían de los mensajeros del reino, enviados a primeras horas de la mañana para informarles de la muerte y desaparición de una ciudad entera. La OSAR (Orden Superior de Asuntos Religiosos) autorizó desde entonces a los priests el volver a usar la vieja técnica del portal de luz, a condición de que fuera usada con moderación y extrema precaución, y solo por priests de cierta categoría y habilidad. Esto para agilizar la movilización de fuerzas de defensa en caso de emergencia. Pero, extrañamente, Satán Morroc nunca apareció…
Aunque se sabía que se había liberado, y que en cualquier momento podría atacar Prontera o cualquiera de las ciudadelas del Reino de Midgard, nadie le vio ni siquiera la sombra, desapareció como un ladrón a mitad de la noche, cual fantasma innombrable. Debía estar planeando algo grande, o quizá…quizá el salir de su prisión de inframundo le había dejado demasiado débil y estaba recuperándose. Por ello, Chivalry duplicó el numero de los reclutados, y el reino se inundó mas que nunca de guerreros de todas clases.
Los funerales y actos solemnes en memoria de los casi 120 mil habitantes de Morroc que perdieron la vida aquella trágica noche en el desierto sahariano, se extendieron por más de un año, y tras no haber quedado mas que ruinas y vestigios semidestruidos de una ciudadela que en otros tiempos compitiera con prontera por el titulo de Capital del Reino, Morroc, poco a poco, iría sumiéndose en la historia.
Ahora, a dos años del incidente, aunque aun fresco el recuerdo en las mentes de quienes alguna vez visitaron la Capital del desierto y en las mentes de los familiares lejanos que perdieron a seres queridos en el incidente, una guardia permanente de guerreros solo quedó instalada en Morroc. El ‘área cero’ o centro de Morroc, el enorme agujero por donde emergió Satán devorando la ciudad, fue rellenado con tierra traída del norte, pero extrañamente al poco tiempo de ser rellenada, el suelo en esa zona se empezó a oscurecer como si se quemara dese abajo, como si aún un fuego horrible e incesante ardiera bajo ella, por lo que el acceso a Morroc y en especial a la zona cero, quedó severamente restringido.
En medio de un clima de incertidumbre y temor por parte de las grandes corporaciones que gobernaban el Reino por el ataque de Satán en cualquier momento, la gente, el pueblo, fue volviendo lentamente a sus vidas cotidianas, a sus costumbres y actividades de siempre, sin mas alternativa. La vida sigue, y ellos sabían que así debía ser. La única diferencia ahora era que se estaban acostumbrando a una mayor presencia de guerreros por todo el reino.
Ohan miró las sombras de los árboles en el suelo y calculó la hora. Ya era tarde. Como siempre, Ayako, es decir, Usagi, tardaba en llegar. Sonrió… él también se había vuelto así últimamente.
-Espero que esta vez pase la prueba con menores dificultades. Es cierto… hace apenas dos años yo también era tan solo un swordman.
El Knight de vestimenta negra con vivos en verde enterró su espada en el césped, y se sentó a esperar.