martes, enero 10, 2012

Capitulo Final






Ocurrió exactamente a las 3:08 de la madrugada. El guardia irrumpió en la habitación de Sir Siracuse sorprendiendo no sólo a él, sino a todos los durmientes en los cuartos contiguos que habían sido despertados por un grito lastimero de mujer a mitad de la noche y un escándalo de puertas azotadas y objetos caídos con los que había tropezado el guardia para llegar hasta la habitación del segundo al mando de Chivalry.

-¡Señor!


Sir Siracuse se enderezó presto con la agilidad y la determinación de sus tiempos de juventud. Sabía que una irrupción así a esas horas de la madrugada solo podía deberse a un asunto de causa mayor.




-¡Señor!, ¡mi Señor!. Morroc… ha…

Ni siquiera escuchó completo el mensaje. Tomó su traje de gala del perchero que colgaba de la pared con todas sus insignias y medallas al valor que había acumulado durante años de servicio, y salió de la habitación con una mirada seria de profunda preocupación.



Aun mas fue su sorpresa cuando al salir a la sala de recepción, encontró a una mujer en el suelo con el cuerpo de un Priest en brazos, ya sin vida

.-¿Qué pasó mujer?. ¡Dime qué fue lo que pasó!. –gritó Sir Siracuse sacudiendo a la mujer por los hombros que parecía estar atorada en un shock de dolorosa pena.
-¡El…él apenas pudo venir!.
-¿De dónde mujer?. ¡De dónde vino este hombre!.
-¡De Morroc… Abrió un Portal! –la voz se le resquebrajaba por el llanto. Los huéspedes despertaban alarmados ante el amargo llanto de la mujer, con presagios en sus almas de algo horrible.




Fue entonces cuando Siracuse notó que en las manos del cadáver de aquel Priest varón, aun estaban los restos de la gema azul que había empleado para teletransportarse desde la ciudad de Morroc hasta la ciudad de Prontera. Una técnica que resultaba peligrosa si se intentaba en las condiciones de un herido.



-¿Qué más, mujer?, ¿qué más te dijo?


.-¡Dijo que El ha vuelto, que salió de la tierra, desde abajo, y mató a todos!. Noooo! Mi hijo!!! ¡Mi hijo ha muerto…!

Un nudo en la garganta asfixió a Sir Siracuse. Los presentes que poco a poco llegaban aun en sus pijamas a la sala de recpción tras oír el escándalo comenzaban a comprender la situación. Al parecer, algo indecible había sucedido en Morroc, algo más que trágico, espeluznante…

El joven Priest había sobrevivido a lo que fuera que hubiera ocurrido, pero había quedado muy lastimado. Con su último soplo de vida, se arrastró por el suelo arenoso de una ciudad en llamas y de la bolsa de un vendedor de joyas muerto, había extraído una gema azul, había reunido las fuerzas de donde ya no las tenía para abrir un portal, y con sus últimos segundos de vida había logrado llegar hasta la Corporación Chivalry, en Prontera. Su agonía terminó en la sala de aquella recepción.

Por primera vez en muchos años, Sir Siracuse quedó petrificado de espanto. Se incorporó. El dolor del llanto ahogado y combulsivo de la señora, quién trabajaba en la cocina de la Corporación Chivalry con su joven hijo entre sus brazos, muerto, le erizaba la piel y tocaba, después de largos años de ausencia, los sentimientos del miedo en el corazón Lord Knight retirado.

Finalmente, se erigió. Al borde del desconcierto. Hizo un ademán a uno de sus sirvientes para que preparara su Peco, su mejor espada, su mejor lanza, la lanza santa, que había resistido diez refinaciones y sus cosas de importancia para dirigirse a todo galope a la Catedral. A mitad de la noche, una pesadilla se había iniciado.

Para cuando Sir Siracuse abandonó el edificio de la Corporación y partió de allí a toda velocidad, la luna lucía roja y oscura sobre el firmamento pronteriano. Notó que sobre el cielo en dirección suroeste, una nube de humo anaranjado, del color del óxido de hierro, cubría una gran parte del cielo. Morroc estaba en esa dirección, a por lo menos unos cuantos cientos de kilómetros, y sin embargo, podía notarse que algo allí había ocurrido… aun a esa distancia.

¡Peco-Peco!. El animal debió percibir los sentimientos de angustia de su jinete, porque corrió como jamás en su vida, a pesar de ser un Peco ya viejo, y a pesar de la oscuridad que se avecinaba sobre el reino…


Fin del libro de la Madre Tierra
Próxima entrega:

El libro de la ráfaga de viento
Cap 1.- La noticia del despertar de Satán Morroc.

Hibiki



Amanece. Las campanas de la Catedral Pronteriana suenan en lo alto del campanar. Prontera despierta un día más. ¿Me despierto y qué veo?. A un chico sobre la barda otra vez, ha aventado piedrecitas a mi ventana para despertarme. Rápidamente brinco de mi colchón buscando salir antes de que la Madre Teresa lo vea de nuevo. El no debe estar aquí, pero…
Han pasado tres días desde que Alma emprendió su viaje. Me pregunto si estará ya por llegar. Hacer un viaje de 7 días en 4 puede resultar peligroso.

-Hey Jery! , date prisa! ¿cuándo vas a salir?
-Espera hombre, paciencia… ya te dije que no vengas tan temprano. ¿No puedes esperar a que haya amanecido completamente?
-Ya ha amanecido completamente.

Salgo, fingiendo estar enojada… ¿qué más puedo hacer?. No quiero que piense que las cosas pueden ser tan fáciles conmigo. Ah! Pero a decir verdad…

-Dame un beso.

Se lo niego. Aunque, por dentro, espero que no tarde demasiado en volvérmelo a pedir, una vez mas. Como siempre lo hace…

El mal presagio.



Ciudad de Morroc

-¡Usted no entiende!, debe dejarme pasar. Esto es de suma importancia para la Corporación.
-Oiga amigo, yo sólo tengo órdenes de resguardar el lugar de cualquier persona hasta que la reunión termine.

En ese instante, los miembros del Consejo venían saliendo. Entre ellos, Sir Siracuse y todo el gabinete de seguridad de Chivalry, la Wizard Guild y la Orden Superior de Asuntos Religiosos de Rune Midgard.

-¡Capitán, Capitán! -gritó el geólogo intentando abrirse paso entre la multitud de reporteros con sus pergaminos e instrumentos para tomar notas- ¡Capitán, por favor, escúcheme!

La multitud fue arrojando al geólogo -que a decir era bastante menudo- hacia afuera del círculo y lejos del paso de los miembros de la Corporación. A decir verdad, si Sir Siracuse o el mismísimo Capitán lo hubieran escuchado quizá le hubieran dado la palabra. Como estrategas militares, sabían de la importancia de no desperdiciar ningún tipo de información, por muy poco confiable que esta pareciera. Pero no fue así. El griterío de las decenas de reporteros que se arremolinaban todos alrededor de la salida del Palacio no permitían que las palabras de la débil voz del geólogo, ya muy enfermo por la infección, llegara hasta los líderes de quiénes suplicaba su atención.

-Deben..(cof cof!!) …deben escucharme! La Ciudad está.. (¡cof, cof!), la ciudad está en un gran peligro!


En eso, alguien lo empujó por la espalda accidentalmente. El geólogo repitió su advertencia desde el suelo desértico, con el polvo entre los dientes. Nadie le oyó.

Adios.



A Jery le pareció gracioso Matsuo subido en un peco-peco. A pesar de que el muchacho lucía sofisticado y fuerte en sus vestimentas anteriores, que mas que un aire de swordman le daban un aire de samurái de alto rango, ahora, metido en la armadura de metal y malla de acero de un knight, a decir verdad se veía un poco delgado. “Le falta llenarla” –pensó para sí. Aunque su miraba no cambiaba, sus ojos aun mostraban esa serenidad acostumbrada y parecían posarse en la lejanía.

Alma subió torpemente al peco-peco.

-Abrázalo –declaró el Poeta con picardía- si no lo haces te vas a caer.
Tímidamente Alma posó sus manos en los hombros del joven con tanta suavidad como la suavidad con que se posaría una mariposa en una flor. El peco-peco se inquietó un poco al sentir un peso adicional sobre su lomo.
-¡Asi no, te vas a caer al primer desnivel que pasen!,
-Abrázalo por la cintura querida –se acercó a ayudar Mirna- no sucede nada.

Tuvo la bailarina que tomar sus brazos y pasárselos a Matsuo por debajo de los hombros, a la altura de la cintura, sujetándolos contra la placa abdominal de la armadura de Matsuo para que la chica quedara bien asida del jinete y adquiriera estabilidad.
Alma se había ruborizado un poco.

-Bueno… supongo que volveremos a vernos –aseveró el Poeta.
-Es triste que tengamos que separarnos –dijo Jery – a pesar de que fue solo un campamento de una noche lo que estuvimos juntos, siento como si hubiéramos convivido por meses.
-Cada uno tiene un destino que seguir. Son jóvenes, no se preocupen, se encontrarán de nuevo, ya lo verán.
-Bueno, nosotros partimos. No hay tiempo que perder.
-Que tengan un buen viaje.
-Gracias por ayudarme con la Biblioteca, Alma.
-Ojalá pudiera ayudarte siempre
-Ten cuidado con el tipo –dijo Ayako- suele enojarse con facilidad.
-Cuidate.
-Adiós Ohan….Mirna…

Alma miro al Poeta, por un momento, sintió que el tiempo se detenía. Encontró su mirada cándida, serena. Detrás de aquellas pupilas cristalinas se hallaba un misterio de dimensiones insondables. Había volteado a verlo pensando en que, de hecho, no sabía su nombre, solo se había presentado así. El instante de apenas una fracción de segundos pareció la conjugación de una eternidad de preguntas sin respuesta para el corazón de la chica. En su interior, en lo más recóndito de su mente de extraordinaria memoria, se había configurado ya el prototipo ideal del hombre de sus sueños, sin saberlo…

-Que tengas buen viaje –dijo este, notando que algún pensamiento había causado en la joven- vas bien protegida. Te lo puedo asegurar.

Matsuo agitó las riendas del peco. “Peco- Peco!” eran las palabras con las que, misteriosamente, se hacía correr al animal. Quizá por ello se había decidido llamarle asi…
Ambos comenzaron a alejarse a un ritmo creciente entre los árboles pronterianos, mientras los demás daban la vuelta lentamente y se devolvían a la ciudadela. Jery y los demás ya adelantados, Ayako fue quedándose atrás. Miraba alejarse a aquel par, montados en el emplumado y bello animal, mientras seguía con la mirada la cabecita asomada de la mochila de Jery del pequeño lunatik.

Ayako sintió, sin saber por qué. que aquel campamento había marcado el inicio de una nueva etapa en su vida. El conejito luchaba por salir de la mochila de Jery, pero estaba bien sujetado.

-Creo… -dijo Ayako hablando para sí misma- creo que elegiré como nombre del cambio de identidad… Usagi…