domingo, octubre 31, 2010

Cuento invernal número uno

Areli estaba alegre por lo que sucedía. Ni siquiera se había sucitado el solsticio de invierno aún, y una manta blanca caía a pedazos desde el cielo sobre la Villa y sus alrededores.

Sus padres, que a decir verdad estaba mas que preocupados, comentaban durante la merienda con tremenda inquietud que si la temperatura seguía bajando de esa manera para cuando llegara el invierno -ya muy próximo por cierto- corrían el riesgo de que la casa, esa cabaña de madera y techo de dos aguas pequeña y acogedora, otrora nido de aves en primavera, quedara, literalmente, sepultada bajo nieve.

Areli escuchaba aquellas sobremesas mordisqueando un pan, bebiendo el café caliente, clavando sus ojos negros sobre la superficie de la mesa vieja de madera, en silencio. A Areli, le fascinaban ese tipo de situaciones, inusuales, raras, provocativas, que levantaban preocupación entre la gente, pero sobre todo, si aquellas situaciones eran algo causado por la fuerza de la naturaleza. Ya recordaba que un par de años atrás durante unas vacaciones, miles y miles de kilómetros al sur, cuando fueron a visitar a algún tío lejano, había presenciado unas fuertes inundaciones al llegar. La casa del tío quedó prácticamente destruida y las vacaciones de la familia se convirtieron mas bien en un viaje de ayuda voluntaria a una zona de damnificados. Areli sabía que no podía expresar su alegría por aquellas situaciones, puesto que podía herir la sensibilidad de muchas personas, pero en el fondo, mientras ayudaba a sacar pertenencias de las casas inundadas, mientras pasaba de unas manos a otras en la fila las cajas y las bolsas, en el fondo, muy en el fondo, sonreía.

Así que ahora la idea de quedar enterrados bajo nieve le parecía excitante. Ver tanta nieve era un idilio que quizá no volvería a ver en muchos años, y a lo mejor quizá, ya ni siquiera para entonces viviera en la Villa. De tal modo que, con la esperanza de presenciar un invierno extremo, todas las noches se iba a la cama con cinco, seis o siete cobijas, pues esperaba que entrada la madrugada una tormenta invernal azotara la Villa. Era además, una forma de aparentar que le preocupaba también el intenso frío, aunque bajo las cobijas permaneciera en vigilia durante largas horas, y de cuando en cuando asomara la cabeza para mirar por la ventana si algo anormal sucedía afuera.

Una noche de finales de diciembre, el sueño de Areli se cumplió. Aquella en especial, no estaba tan alerta como en tantas otras. Mas bien esa noche sí tenia sueño, y anhelaba dormir profundamente. Su madre las había tenido a ella y a sus hermanas juntando leña todo el dia y estaba cansada. Fue casi por casualidad que se asomara por la ventana. Un búho o lechhuza llevaba varias noches yendo a picotear las puertecitas de madera de la ventana a un lado de su cama. Finalmente aquella vez, Areli, exasperada por el extraño comportamiento de esa ave, quiso dar un buen susto al animal y corrió el pasador. Cuando este se liberó, las puertecillas se abrieron de par en par empujadas bruscamente por una ventisca helada poblada de nieve.

Areli miró afuera y quedó atónita.

(continua)

miércoles, octubre 27, 2010

Pressing.

Me acordé de esa opción en katakana en el rom de Captain Tsubasa II.


Así siento que debo actuar ahorita. La universidad y mi centro de trabajo, entre otras obligaciones menores que se suman, me estan sobrepasando. Por ello, siento que debo cambiar el sistema, la táctica.

Debo aplicar pressing como en esos minutos finales de algun partido en desventaja de aquel enviciante RPG. La situación es dificil pero es salvable. Se requerirá de una precisión quirúrgica, de todo el análisis y una dosis extra de stamina fisico-intelectual.

sábado, octubre 23, 2010

Compartir.

Epa. Soy todo oídos!

Quién quiera compartirme su vida,hágalo! - y si le pone un toque de drama a su historia, mejor.
Todo mundo dice querer compartir, pero a decir verdad, creo que solo quieren ser escuchados. Que los oigan, sin oír ellos.

Bueno, pues ahora es su hora. Yo estoy deseoso de escuchar a alguien, pues ya me he oído bastante a mi mismo.

miércoles, octubre 06, 2010

Amanecer invernal

Me ha fascinado una idea surgida de una amiga lejana. Una que vive lejos de mí pero con quién a pesar de ello comparto mucho en pensamiento, en confianza e intimidad. Para ello tendría que viajar este fin de año, con todo lo que en mi situación actual implica: cuestionamientos, tiempos, gastos.... No importa, me gusta la idea y sé que me agradaría bastante.

Se trata de ir a pasar unos días de las vacaciones invernales a su tierra, que, aunque dentro del estado mas poblado del país, se encuentra en los suburbios y un poco alejada del bullicio de la Gran Ciudad.

Al menos, esa es la impresión que me han dado las fotos que de cuando en cuando ella publica en sus espacios, y en las que me ha enviado por correspondencia electrónica. Otro tanto de esa percepción ha nacido de la plática, del intercambio de saludos ocasionales.

El caso es que de poder ir, podríamos platicar como nunca hemos tenido oportunidad. El plan, aunque hablado apenas superficialmente, sería que yo pudiese pasar cuando menos un par de días en México y pueda ir a su casa a conocer este -que parece ser- pueblito o comunidad un poco retirada de la Capital. Me motiva mucho que sé que cuenta con un pequeño balcón fuera de su cuarto desde el cual por las noches se puede apreciar una vista panorámica de los alrededores, además de un cielo nocturno amplio y sin estorbos visuales. El frío, que potencía en especial mi espíritu, estaría cerca con la lleegada del invierno. Imagino un sol pálido o de plano ausente, un cielo ligeramente gris y neblina descendiendo sobre las ramas de los árboles en la mañana. Una buena y extendida plática, de horas. Horas nocturnas, horas de noche naciente, de madrugada y de un nuevo día.

Hablar de letras, hablar del espíritu, del espacio inmenso en donde nuestros anhelos e imaginación se pierden como plancton en el mar, hablar de tonterías, de los amighos cercanos, del futuro, del tiempo, del ayer, habar de la vida.

Espero poder ir Karina, de verás. Será un placer.