No puedo abandonar el metafórico sabor de esta tierra. Ni ignorar la existencia convexa del espacio sideral que le da soporte, a manera de alimento, a mi alma.
El eterno retorno nietzchiano subyace, con su propia forma y su peculiar color, a mi cuerpo, a mi sangre, por mis venas.
Ecos de una ciudad que no duerme y que envejeciendo se rejuvenece a sí misma desde su corazón de concreto y sus arterias atestadas de glóbulos humanos se oyen inaudibles, pero evidentes reverberan en los murales de artistas encumbrados.
Nadie supera tus recintos de nostalgias insensatas y seductoras!
Y yo aquí... en medio de todo este citoplasma urbano, permeando mis huesos y mi carne a través de sus membranas y núcleos, copiándome y recopiándome en cadenas de proteínas que se transportan hacia el sur fecundo, despierto y dormido, pero al fin consciente, incubando una ilusión.