domingo, marzo 30, 2014

Llueve

Hace uno año estabas tú, mas presente que nunca hasta ese entonces, haciéndome preguntarme quién eras en realidad. Creía saberlo, incluso mas allá de lo que creía que tu querías que yo creyera de ti, pero a veces me decía, con curiosidad y gran enigma: ¿y si la distancia encubre algo que yo aun no se?.

Y asi fui a verte, alerta, pendiente de que quizá hubiera algo que me hiciera saberte en verdad. Y lo que hallé me estremeció. Me removió hasta los huesos


Voy a ser franco, eso pretendo en esta nueva temporada, ¿no?, iba buscando respuesta a una pregunta que desde hacía unos meses había cobrado fuerza en mi mente. ¿Eras tú?, ¿podías ser tú...?


Y de pronto entonces te convertiste en mi pasado. Y la ciudad enorme se fusionó contigo. Y el olor a lluvia cayendo en las calles bulliciosas cubiertas de asfalto abrió mis sentidos y mi corazón. Te encontré. Tu persona surgió entre los millones de personas. Una mujer con el alma de niña. Adolescente atorada en el tiempo amándome cómo yo mismo  había anhelado que me amaran en los años que se habían quedado atrás, hacía ya tanto en la memoria del olvido.


"No puede ser!!!" -grité en silencio con aquel cuaderno tuyo entre mis manos, ese en el que a manera de diario registrabas las tardes, las semanas y los meses; estaciones enteras de un amor que no hallaba satisfacción ni renuncia.


Quedé atónito, estremecido, llorando inconsolable de quién sabe qué ante el abrumador efecto de aquella evidencia casi histórica de tu amor, pensando y reprochándome a mi mismo: "¡¿Por qué?! ¿por qué no cortaste esto a tiempo, cuando aun podías, y dejaste que esto creciera de esta forma en la que ahora ya no puedes hacer retroceder!” Y ante el no saber a donde correr solo pude decidir, que lo decidiría mas tarde...cuando aquel huracán que eras tú se volviera a alejar de mis montañas.


Ya entre sueños alejándome hacia mi isla parecí verte en sueños. Y una pregunta y una idea zurcaron el cielo de mi mente: “podía ser ella…sí… -murmuró mi otro yo- podías ser tú”… Me encontré entonces deseándote a mi lado.


¡¿Qué quieren que diga?!,  ¿que no debería decir esto cuando ya un pequeño niño anda por la vida y necesita de mi mano? Una parte de mi se quedó prendada a ti.

¿¡Que no debiera expresarlo!? Tal vez. Pero aunque el niño que vino del mar tenga ahora mi prioridad y mi cuidado, mi protección y mis recursos, de cuando en cuando alzo el rostro y un viento que anuncia lluvias lejanas me recuerda a ti. Y me pregunto, sin que ello merme en nada el amor que siento por mi pequeño y la mujer que le ha dado la vida, que, si, podías haber sido tú…


Violines de sinfonía suenan en mi alma, se esparcen con las nubes de marzo, y lo harán hasta el avanzado agosto. ¡Oh, cuanto tiempo mas podría quedarme pensando en ti, en el tiempo, tan breve, que te tuve entre mis brazos!

Hombre, años, tiempo vivido al fin y al cabo supe ponerme, uno no puedo morir simplemente de amor. Pero ahora mi dolor es el tuyo. Si hubiera sabido que esto iba a ocurrir por supuesto que hubiera hecho lo que fuera por no lastimar tu corazón, habría buscado evitarlo. Si hubiera sabido que esto iba a saber y que era inevitable, y que asi me iba a sentir, te hubiera dado muchos, muchos besos mas.


La otra tarde que volvía de con un estudiante al que imparto los viernes después de clases asesorías en matemáticas pasé al simulador. Al salir, unas nubes grises se habían apoderado del cielo y su lluvia comenzaba a arreciar. Como tenía hambre, entré en el edificio que estaba en contra-esquina de aquella calle céntrica,  un poco sucia y llena de comercios. Era un restaurante de comida china. Tenía hambre y pensé que podía comer allí. Un letrero que anunciaba “mesas arriba” despertó mi curiosidad de ir a comer en el piso de  arriba. El lugar era pequeño. Estaba en una esquina. Cuando subí y vi el pequeño espacio de apenas unos cuatro por cuatro metros de amplitud alumbrado por una luz apenas tenue de pronto todo se transformó. Por alguna extraña razón, me pareció un lugar acogedor. Comí en silencio, no había nadie en el piso superior. Aquel lugar ya no era mas un restaurante de comida china. Era el pequeño cuarto que rentábamos tu y yo en mi imaginación desde hacía pocos días. Abajo yo daba clases por las tardes para poder sacar los ingresos suficientes para que ambos sobreviviéramos. Tú me ayudabas con algunas otras cosas por las mañanas mientras yo no estaba. No había mesas allí donde ahora saboreaba el arroz y los tallarines. Había una cama grande y un  par de roperos. Una mesa larga con una computadora siempre en línea, siempre vinculad a aquel mundo que nos acercó así, y un pequeño cesto. Por las ventanas se colaba la luz de los postes de alumbrado público del exterior y algo de su ruido habitual, de gente pasando de aquí a allá, de allá a acá.

Desperté de mi sueño en vigilia. Mi plato de unicel vacío estaba. Bajé las escaleras, agradecí a la mujer oriental que me había servido y continué mi camino hacia el centro.

Mientras lo hacía y me mezclaba entre los centenares de almas que deambulaban por las calles peatonales me dije de pronto, recordando aquella voz de hace casi un año, que: “sí, podías ser tú…” 

martes, marzo 18, 2014

Cuando ya te has ido...

Frecuentemente me sucede que disfruto de las cosas cuando ya se han ido. Debe ser lo que la gente llama "extrañar". Hoy, una de las cosas que mas extraño es aquel día de cada año. El primer domingo de diciembre, que es cuando se celebra el Nihongo Noryouku Shiken o para que se entienda mejor, el Examen Oficial de certificación del idioma japonés.

Recuerdo que por varios años durante una etapa de mi vida soñaba con aprender ese idioma e ir a Japón, de alguna forma u otra. Así que comencé el estudio formal del idioma en una escuela en la Ciudad de México y durante 4 años me fajé (como dicen los chavos) en una aventura extraña y complicada pero igual de fascinante que resultó ser aquella ilusión.

¿Ilusión?, si, ilusión. La vida es bella y tiene muchas cosas reales muy satisfactorias, pero tambipen tiene realidades muy crueles y límites muy tangibles. Y a mí, no me tocó ir a Japón. O mejor dicho quizá no pagué el precio que era necesario pagar. Uno sueña cosa tras cosa, meta tras meta, pensando que tiene la capacidad necesaria y el tiempo de sobra para lograrlas todas. Lo primero puede ser posible pero lo segundo no tanto. De tal manera que entre unos proyectos y otros en una vida desordenada se nos van los años y muchas cosas se quedan flotando en el "jamás" (iba a decir olvido pero sería un sustancial error; nadie olvida en realidad lo que nunca pudo lograr). Ese jamás a veces se asoma en tardes nostálgicas como las de los últimos días y nos duelen un poco en el alma, haciéndonos recordar, extrañar... "disfrutar cuando ya se ha ido".



Pero la vida es generosa y aunque ya no ofrece la mismas oportunidades que en aquellas veces en que las dejamos pasar, sí ofrece alternativas.

Tal vez sea sólo el recuerdo bello del amanecer de un domingo de diciembre, en una escuela enorme, al lado de un montón de extraños de todas las edades que comparten un sueño, mirar aquellos kanjis (caracteres orientales), plasmados por todas partes en las ventanas, en las puertas, en las hojas del examen, y, si tuviste a alguien especial que te acompañara aunque fuera a las puertas del lugar, disfrutar de poder compartir esa experiencia.

Si. Aunque el sueño de Japón hoy parezca mas lejano que hace cinco años. He decidido que este año, intentaré, con los medios y circunstancias disponibles, regresar en diciembre al Distrito Federal y presentar el Noryouku Shiken. nada me haría mas feliz, Y después, después recorrer aunque sea solo por una tarde más las calles de la gran capital. Esa ciudad inmensa que formó parte de mis sueños mas intensos y mi 'yo' mas intrínseco