jueves, diciembre 31, 2015

Regresión y partida...

He vuelto un mes en el tiempo. Todo se regresó un mes. Regreso a cuando todo estaba aun fresco. A cuando todo parecía aun ser un mal sueño llegando a su fin. ¿Hizo falta tiempo?. No lo sé.

Me quedé mirando la luz de su avatar, se quedó mirando el aura de mi ser. Cinco minutos. Alguna vez me dijeron que podían ser como una eternidad.

Alzo la cara saliendo de mis cavilaciones. El cielo gris de Hiroshima se revuelve arriba, con sus nubes negras color ceniza y carbón. Está todo listo. Me subo. Parto hacia otro mundo. Aunque después de todo quizá Hiroshima no colapse y se mantenga por otras centurias, no tiene ya mucho que ofrecer.  Aun así, no descarto la posibilidad de que salga adelante y pueda volver aquí a echar un vistazo. Al menos, podría enfocar mi telescopio en esta dirección y darme una idea de algo. He trazado el mapa estelar. Me llevo las coordenadas del sitio de aterrizaje, por si alguna vez puedo regresar a ver.

Mientras pienso todo esto, inicio la computadora principal. Universos moleculares, no, mas pequeños, subatómicos hacen su magia. La gravedad se apaga un momento, me elevo sobre Hiroshima, y salgo. Quizá duerma todo el viaje. Quizá sea largo, quizá no. La distancia está en función de la temporalidad de la mente que la percibe. Así que podría llegar pronto o nunca. Cierro los ojos. No quiero darme cuenta cuando abandone el horizonte de eventos. Necesito reposo. Tal vez tenga sueños. He puesto una grabadora neural por si sale algo interesante. Quizá vuelva a tener ese sueño que me despertó ésta mañana de abordaje. Ese sueño donde saltaba de un lugar a otro en la oscuridad de un mundo en ruinas cuando de pronto una marca rosa en el monitor apareció arriba, en la esquina superior derecha, permanente, no intermitente, fija, después de largos meses de que que el radar no captara nada. Y me dirigí hacia allí.

Y entonces la encontré. Estática, irradiando su energía. Su luz post-supernova y sus ondas gamma. Sabía que hacían daño, que no debía quedarme expuesto a ella tanto tiempo, pero no pude moverme. Me quedé mirando la luz de su avatar, la magnificencia de su existencia. Nos contemplamos mutuamente. ¡Cinco minutos! ¡Quién sabe cuánto daño recibió mi ADN! . Alguna vez me dijeron que cinco minutos, podían ser como una eternidad.

Cuando al fin cruzo la estratósfera, hago lo último que debo hacer: oprimir el botón que libera el módulo Atlantis que se quedará aquí, transmitiendo hacia mi destino en modo standby cuando ya no esté aquí. Cuando eme encuentre ya muy lejos, a años luz, intentando encontrar un futuro, desde mi atmósfera.

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