miércoles, mayo 14, 2008

手紙1・こけん Carta a Coken (1)

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Quizá porque el atardecer comenzaba a despintarse dejando detrás suyo un manto oscuro fue que las sombras altas de los árboles se veían como una vida humana levantada hacia el cielo através de los largos años.

Muchos de ellos, agitándose levemente al viento en sus hojas mas elevadas como lamiendo las alturas crepusculares estaban separados los unos de los otros por una o varias calles de distancia. No obstante, eran tan pocos esos que se erigían tantos metros por encima de los demas que se podían ver claramente sus troncos desde cualquiera de ellos y se podia decir que su soledad en las partes mas altas los convertía en compañeros cercanos. Aquellos árboles, que eran los últimos en desaparecer entre la oscuridad de la noche cuando los demás ya nisiquiera se veían me parecieron, al pensar en el cielo de trasfondo que a sus siluetas daba vida por la escasa luz que aún había, como nuestras propias vidas.

Ciertamente nuestras mentes, espiritus, mentes o corazones(como tú mejor quieras llamarles) en quellos tiempos, eran como esos árboles que se elevaban por encima de los demás, pretendiéndolo ver todo. Aquellos días nunca morirían, pues emanaban vida de sí mismos por flujo natural como un río cuyo cauce no puede detenerse mientras corra agua a través suyo.

De ese modo y como esos árboles nosotros veíamos todo a merced nuestra, al alcance de la mano y del ojo, hasta que esto o lo otro comenzó a parecer tan lejano que la nostalgia invadió nuestro ser.

En definitiva tienes razón al decir que se perdió algo, pero yo digo también que se ganó otro algo. Podríamos llamarle transformación, para no ofender a nuestra gaya ciencia.

Un sol que nace tras las notas de una delgada voz oriental es un recuerdo que aun me eriza la piel de cuando en cuando la llegue a escuchar. Los días de colegio que aquellos despertares deparaban en nuestra adolescencia lo es también una parte de mí que nunca dejará de ser, ni se transformará, porque ya ha sido. Su consistencia y sabor quedarán inalterados a lo largo del paso de nuestras vidas, y los años. Mirando de esta forma lo que somos hoy, me atrevo a asegurar que en el fondo seguimos siendo los mismos, y que siempre lo seremos. Prueba de esa inmortalidad es la permanencia de nuestra amistad a tantos soles de aquellos bachilleres imprudentes e impetuosos que bajo el ardiente cielo de verano con la mochila al hombro hacían camino entre el no-camino. Yasser, Salomón, Luis, Pedro... ¿Crees que todos y cada uno de ellos no son más lo que antes eran por el simple de hecho que esos dias se han ido?.

La esencia es algo imperdible. No se pierde por el hecho de irse a otra ciudad, de roderase de otra gente, de pensar distinto a ellos, ni de buscar nuevos estilos de vida. No creo haber perdido mi esencia, ni creo tampoco que tu hayas perdido la tuya. En verdad ahora veo que haces y dices cosas que no acostumbrabas antes, como protestar contra la gente de aqui y sus vacíos, su resentimiento y desconfianza, incultura y todo lo que gustes agregar a la lista y que, en verdad te lo digo, comparto tu punto de vista. Sin embargo tu sigues siendo Coken, aquel con quien puedo perseguir a un perro en el parque con la locura intachable y pura de los años pasaderos, inventar un lenguaje propio de frases aparentemente incoherentes al oído de los demás y entusiasmarme con la abstracta imagen de una posible mujer que no llega, que ya pasó o que quizá aun no exista... pero que existirá.

No te preocupes pues por el paso de los años y por los contextos en los que se sumerge uno, ni la forma en la que una hable o deje de hablar. El espíritu de uno es atemporal y no puede morir. El dice y sabe para sí mismo: "siempre he sido, soy y seré... Son tantos los caminos para llegar a Mi".

Necesito un poco de locura para equlibrar toda esta razón. ¿Cuándo nos reunimos?

1 comentario:

Icabod dijo...

hum... esta semana esta ocupada seria la otra semana, en viernes estaria chido


esta bien por esta vez te perdono