lunes, agosto 29, 2011
Desear
La Biblioteca de Prontera se hallaba ligeramente al norte del corazón de la gran ciudad. Alma esperaba, deseaba, anhelaba con cada fibra de su ser que el trámite que iba a hacer no le tomara demasiado, para poder disponer de tiempo para permitirse conocer la biblioteca, sus pasillos, mesas y sobre todo, echar una hojeada a sus libros, antes de que el sol amenazara con esconderse. Imaginaba cuan maravillosos debían ser los títulos que allí se encontraban entre sus anaqueles esperando por ser descubiertos. El pensar en ello le causaba un cosquilleo en todo el cuerpo.
Alma había crecido toda su vida en Hugel, entre hermosos campos verdes y floridos, árboles frutales, lagos de aguas cristalinas y las competencias de mascotas que en el pueblo se llevaban a cabo. Pero fuero de eso, la vida en los últimos años para ella se había vuelto mas bien aburrida. Su corazón de diecisiete años venía deseando desde hace algunos ayeres “algo más”. La única luz que brillaba con una potencia increíble en su interior era la ilusión que el libro “Guía completa del turista pronteriano”, a través de sus páginas, referencias e ilustraciones había logrado despertar en ella, y que había echado a volar su imaginación y su corazón encarcelado.
“Hay un mundo allá afuera, espectacular, mágico y asombroso que me estoy perdiendo” – era el pensamiento que se había gestado en la mente de Alma.
De tal manera que a la vez que albergaba una gran alegría por estar de visita –aunque fuera solo por un encargo- albergaba también la promesa del inicio una depresión por tener que volver de inmediato a su bien querido, aunque viejo y conocido pueblo natal. No era que ya no amara la tierra donde nació, era que no soportaba la idea de nacer, crecer, vivir y morir confinada a sus territorios. Así que cada segundo que pasaba era un segundo ganado, valiosísimo para ella de estancia en Prontera, pero a la vez, un segundo menos por vivir.
Mas no era momento de nublar su mente con pensamientos tristes a los que habrìa de entregarse con toda seguridad mas tarde, así que los reprimió en algún lugar de su ser y abrió sus sentidos al máximo a esta oportunidad única. Llegó luego de unos minutos hasta las puertas de la gran Biblioteca.
Sintió un aire fresco y re vitalizante apenas puso un pie en su interior.
-Aquí tá todo lo que necesitas. Allí están los registros. Ya sabes cómo manejarlos. ¿No?.
Un hombre trajeado de anteojos, y en general, de porte muy elegante que daba la impresión de ser un hombre bien leído, daba instrucciones a una chica que vestía un halito sacerdotal de falda larga, cabello a los hombros, castaño, mas o menos de la edad de Alma. Se hallaban en la recepción, un pequeño despachador de madera pulcramente tallado y barnizado de madera de roble de la mas alta calidad.
-No olvides atender los relojes –proseguía con sus interminables instrucciones mientras limpiaba con un paño uno de sus lentes-, debes recalibrarlos cada hora. Esto es importante, ¿entiendes?.
La chica a la que le hablaba solo movía la cabeza de arriba abajo, asintiendo con una mirada pacífica y hasta cierto punto dulce.
Alma quiso esperar a que aquello terminara. No quería interrumpir o causar una desatención a quién parecían estar dejando a cargo. Alguien mucho mas joven y al parecer menos experta en los usos y conducciones de una biblioteca tan importante como la Biblioteca de Prontera.
-Regreso en un par de días. ¡Por Dios!. Si mi madre me hubiera informado de esto con mas anticipación hubi era buscado a alguien que tuviera mas experiencia.
-Le prometo hacer todo cuanto esté en mis manos por mantener el orden en su biblioteca, señor –se animó a decir la chica.
-Si, si. Como sea. No será mucho tiempo. Espero no hallar un desastre cuando vuelva. Mmh… Me marcho. Recuerda tener listos los libros de Lord Windsor. El que ese hombre sea callado y noble no nos da el derecho de quedarle mal. ¿Oíste?. Oh, madre en que estabas pensando al mandarme llamas así tan repentina. Si no fuera porque ya eres mayor te haría esperar un poco. Ahora si, ya me voy… Cierras en punto de la media noche. Y, por favor –dijo levantando la mano en un ademán de impaciencia- que no suceda nada. Alimentas a mi gato –el hombre parecía realmente consternado por tener que irse- si no viene Lord Windsor, le llevas mañana a primera hora los libros, a la Corporación Chivalry ¿la conoces, no?. Bueno, supongo que cualquiera en Prontera podría saber eso.
Alma empezaba a perder la esperanza de que aquello terminara en algún momento y le quedara tiempo de pasearse entre los estantes, o incluso de dar un paseo rápido por las calles de Prontera, como tanto lo deseaba, y se encogió de hombros. Justo en ese momento, le 9hombre se volteó hacia ella al percibir una presencia en la puerta.
-Ah!, mira!. Un usuario. Muy joven, por cierto. Bueno, supongo que puedo ayudarte ya tender un último cliente. Así debes tratar a nuestros usuarios, como si fueran clientes de un lujoso restaurant. ¿En qué puedo ayudarle, señorita?.
Alma se tardó un poco en contestar. Nunca imaginó que palabras amables pudieran salir de la boca de aquel hombre tan preocupado.
-Eh… este. Yo. Emmm. Vengo a entregar unos libros. Tome –estiró la mano y se los entregó- un hombre, quiero decir, un señor que pasó por nuestra casa le pidió a mi padre que se los trajera. Dijo que eran muy importantes.
-¿Qué me los trajeran?, ¿desde donde?.
-Desde Hugel.
-¿Desde Hugel? –el bibliotecario se quitó los anteojos que se había puesto para examinar los libros y para mirar a los ojos a Alma- eso es muy lejos. ¿Te los dio a ti?.
-Si.
-No es mi intención ofenderle señorita, pero si son tan importantes, ¿porque no los trajo el mismo hombre, y en segundo lugar, porque la enviaron a usted? es que, luce tan joven...
-Ignoro porque el hombre que nos dio los libros no lo haya hecho en persona. En lo que se refiere a mis padres, ambos son mayores, y no podían realizar un viaje tan largo. Me temo que arriesgué algo de mucho valor, pero no había otra alternativa. Lo siento.
-Esta bien –dijo el hombre luego de una pausa que mantuvo a los tres en suspenso- me los llevaré, para ver de qué se trata. Un libro para el camino es la mejor compañía.
Acto seguido desapareció por la puerta principal, a paso firme y elegante. Las dos muchachas se quedaron allí hasta verse perder su silueta.
-Emmm… ¿eso era todo?.
-Ah… -Alma de pronto se dio cuenta de que en realidad, eso había sido todo.
-Noté como traías esos libros. Con tanto cuidado. Se nota que te gustan. ¿No quieres quedarte un poco y echar un vistazo?.
El rostro de Alma se iluminó. ¡De un instante a otro contaba con toda la tarde para cumplir su sueño de recorrer los volúmenes de la gran biblioteca de Prontera!, y no sólo eso, quizá, de dar un paseo por allí.
-¡Por supuesto! –dijo casi gritando, si usted me lo permite.
-Mh –sonrió la chica- háblame de “tú”, debemos ser casi de la misma edad. Si necesitas algo solo búscame, aquí estaré detrás de este recibidor.
-Si gracias…eh…
-Jery, mi nombre es Jery.
jueves, agosto 25, 2011
Blandir.
Por eso he venido hasta aquí, luego de meses de ardua instrucción en los castillos de Amatsu, influencia de mi mentor que me ha introducido en los grupos patrulleros del Shogún para entrenar en el arte de blandir la hoja, afilada y reluciente, para presentar ésta importantísima prueba de valor en el Gremio de Espadachines de Izlude: el examen de admisión para convertirse en espadachín. Swordman Matsuo, ése será mi nombre.
Pero antes, debo pasar a Prontera a arreglar unos asuntos. Además, he de comprarme una nueva espada.
miércoles, agosto 24, 2011
Nacer.
Capitulo 1
Los libros se balanceaban con el andar presuroso y hábil de la joven. Eso era, era joven. Había nacido en una cama pequeña, en la habitación pequeña de una casa pequeña, -apenas una cabaña de madera- en los pequeños alrededores del pequeño pueblo de Hugel.
Y era la primera vez que realizaba un viaje de semejante distancia. Había devorado aquel viejo libro grueso y descuidado que le había regalado su padre cuando era niña "Guía completa del turista pronteriano"; lo había prácticamente memorizado. Sabía dónde estaba la Gran Catedral, al noreste, sí, claro, cerca de la muralla exterior. Sabía por sus páginas dónde podría reabastecerse y dónde estaba el guía en caso de perderse, y sabía también donde comprar los buenos trozos de carne y lagartijas rostizadas tan apetitosas que su madre le había encargado para su padre. Sabía donde estaba la corporacion Chivalry, y la Plaza de Honor a los grandes hitos de la historia del Rune Midgard. Pero leerlo, no se comparaba con vivirlo. Estaba sobreextasiada.
Avanzaba con los ojos muy abiertos entre los varios, decenas, cientos de mercaderes que invadían prácticamente la entrada sur y se extendían, bulliciosos y persistentes sobre la gran plancha de roca tallada en bloques rectangulares que forraban de punta a punta la Ciudad mas importante, Capital por excelencia de todo cuanto se podía explorar de horizonte a horizonte: la majestuosa ciudad de Prontera.
El tan sólo pensar que debía emprender el viaje de regreso ese mismo día, antes de que el Sol se pusiera en el lejano, le oprimía el alma, le oprimía el nombre.
Desde la entrada pudo ver que había una gran algarabía en aquel lugar, Una permanente, cotidiana, que formaba parte de la metrópoli y de los habitantes. Apenas había el espacio suficiente para avanzar a paso moderado por entre los petates, telas y carretas de los comerciantes apiñonados en las banquetas, en la avenida empredrada, junto a los faros incluso, entre las casas...
Recordaba muy bien la indicación de su madre, la de no voltear a ver "lo que esos hombres venden a gritos y ademanes". Por lo que agachó la cabeza, abrazó con fuerza el paquete de libros a su pecho y cruzó rapido con la vista clavada en el suelo. "Esas cosas diabólicas pueden hipnotizarte y hacerte perder tu alma, lo juro" -sentenció su madre durante la última vez que se sentaron a la mesa, antes de iniciar su viaje.
Asi que Alma, intentó no mirar. Pero a momentos tenía que levantar la mirada para ubicarse, y sin querer, imágenes de artículos extraños, llamativos, prendas, y artificios se colaban en sus pupilas y se grababan con lineas de fuego en su prodigiosa memoria.
Cuando al fin se sintió fuera del alcance de los gritos y los empujones de compradores y vendeedores y se enfiló por la calleja que dirige a la Glorieta Central, dejó escapar un suspiro que tranquilizó sus ansias.
"Bien", se dijo a sí misma, "aquí voy".
domingo, agosto 21, 2011
Amanece...
se cuela por allá.
Y crece,
nocturno, metálico, celeste...
Con pequeños alfileres
con el bostezo amplio y profundo
pero aun consciente,
emocionado, transparente,
no le queda otro remedio que guardar su lente.
El astrónomo se va,
termina la jornada.
¡Amanece, Hiroshima!, amanece...
sábado, agosto 13, 2011
Fallo
Allá, en el horizonte,
una linea se dibuja.
Acaba la noche,
se apagan las estrellas.
Grandes nubes nos invaden.
La tenue luz opacada
nublará mi vista.
Tiempo de concluir,
tiempo de mi alma.
Revestido en mil sollozos apagados
y ochocientas sonrisas que aun no prometen nada.
Cinco lunas,
completas, taciturnas.
Ahora mi desierto vigilante,
cerrará sus puertas,
correrá sus persianas,
ocultará sus lentes.
¿Por qué la luz ciega?
¿Por qué el futuro y el pasado,
no son otra cosa que el presente?
Quisiera poder decirte
que te protegeré con estas manos.
Que no llores su partida,
y que estés con tus hermanos.
¿Mis hermanos?
Oh, si apenas ayer me fui de ellos.
Si apenas oí,
(hace menos que un momento)
las pisadas de sus ojos,
el zumbar de sus cabellos.
Nueva casa,
nuevo hogar, nuevo nido.
Tibio,
-cierto-
aunque hundido.
Por sus ventanas he avistado,
una blanca y fina lluvia,
y hasta el paso del olvido....
Lejano, si... el olvido.
Ojalá que no se acerque a este balcón,
para que no tenga que cerrar yo mi ventana,
para que siga viendo todo el día,
el fluir de la mañana.
Cien campos rodean la villa,
cañada, bosque, desierto,
meseta, valle o lo que sea.
Mientras aun en vela por las noches,
me pregunto el rumbo de mi aldea.
¿No me escuchas?
¿no me miras?
¿no me sientes?
Inoportuna discapacidad la tuya.
Y a la vez para ti tan conveniente.
Leyenda de la eterna promesa,
solamente a ti conservo.
Aunque hablando en tono honesto...
(interrupción).
Lee estas líneas,
huele su aroma,
sentidte amada.
Muy detrás de tus andanzas,
esperando no tener que actuar,
pero listo, pero atento,
voy cuidando tus pisadas.