-Hola... -respondió la mujer, ocultando, a gusto del cosmonauta, su verdadero sentir.
-Emh... yo he llegado apenas. ¿Vives sola?
No respondió.
-Oh.
El hombre recién venido del espacio examinó a la mujer con mas detenimiento. Era pequeña, de piel cobriza, liviana de sus extremidades y según lo denotaban los dedos de sus manos acostumbrada a manufacturar todo tipo de objetos.
-Eh.... tengo una nave allá atrás. Como a siete kilómetros de aquí -se preguntó si la mujer sabría interpretar dicha unidad de medida.
-Oola -contestó ella. Y continuó con el patrón de tejido que tenía en sus manos
-Ya habías dicho eso antes.
-O-holá.
-¿Ese es tu nombre?
-Loh-oj'lah
El viajero empezó a considerar que la mujer que estaba frente a él en realidad no hablaba su misma lengua. ¿Y como iba a hacerlo? Se reprochó a sí mismo su estupidez. "Solo está repitiendo la primer palabra que yo le dije".
A continuación viró su mirada hacia las pequeñas casitas que le recordaban los antiguos tepees que un día conociera en los libros de historia de una ancestral tribu del norte de aquel lejano continente, otrora de otro mundo.
-Creo que...iré por unas cosas a mi nave a ver si pueden interesarte. Yo, regreso en un rato.
Se alejó de allí en unos minutos con el pensamiento desconcertado aunque aun tranquilo y emprendió la vuelta al pequeño módulo. En su camino de regreso apreció ya con mayor atención el tramo por el que hace poco acababa de pasar apresurado, en plena carrera hacia la fuente de humo. Se dio cuenta de que había pisado un depósito de restos calcáreos pulverizados, lo que le llevo a hipotetizar que en otros tiempos un cuerpo marino había cubierto aquella depresión. Los restos del coral petrificado tapizaban una cuenca cuya verdadera forma resultaba imposible de adivinar por estar flanqueada de un bosque cenagoso de extrañas varas leñosas que escurrían una especie de liquen y alga musgosa. "¿Que extraño proceso podría haber transformado de esa forma este lugar?", se preguntó.
Mas adelante, escarpó un pequeño acantilado de lo que parecía ser una placa gruesa de arcilla ocre recubierta de un estrato gris pálido delgado, sobre la cual se extendía la amplia meseta sobre la que había aterrizado.
Dio un paso adentro de la pequeña nave, y a punto estuvo de intentar marcharse. Pero recordó a la mujer, y deicidio quedarse un poco más. Además, contaba ya con prácticamente poco combustible. Sería peligroso intentar continuar. Por eso había descendido. Temporalmente. Mientras buscaba alternativas de reabastecimiento.
Extrajo de un compartimento su equipo de reconocimiento y pruebas portátiles, y se echó a andar de nuevo en la dirección recorrida. Un crepúsculo morado iniciaba cuando se aproximó de nuevo a la villa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario