La pequeña se detuvo justo en la orilla del puente, y antes de intentar siquiera dar un paso al frente, Kurumi le dijo:
-¿A qué le temes?. ¿No es al otro lado del bosque a donde querías llegar?
-Si, -contestó la pequeña sin dejar de mirar nerviosamente el abismo naciente del precipicio que se cernía ante sus pies- pero hay mucha bruma allí abajo, y no se ve el fondo...
Kurumi erigió su postura, endureciós sus facciones y dejando caeer su mirada serena sobre la indefensa niña musitó con firme y suave dicción.
-Pero está el puente.
-Pero no es del todo firme.
-Pero aun la gente puede cruzar a través de él.
-No, yo no lo haré, sabes que yo odio las alturas, no quiero los peldaños y las cuerdas. Lo quiero cruzar paso a paso, sobre tierra firme.
Kurumi no se detuvo a decirle otra cosa. Sabía que no podría convencerla con ideogramas o simples palabras. Quitó su mano del hombro de la pequeña, y comenzó a cruzar el puente ella sola.
Cuando estuvo del otro lado la miró desde un montículo de césped, verde, como la selva misma. El color café de la madera de los peldaños combinaba con este color botella de un modo humilde y singular. Levantó sus dos manos hacia su rostro para hacer casita con ellas alrededor de su boca y gritarle algo a la pequeña que permanecía aun petrificada por el abismo ensordecedor que se asomaba bajo el puente.
-¿Piensas venir o no?.
La pequeña solo se abrazó mas fuerte a su muñeca, sin decir nada, y se quedó inmóvil.
-Cruza el puente! -sentenció Kurumi una vez mas- No se derrumbarán sus estructuras, que aunque están mal hechas, me han podido soportar a mi!.
NO... no quiero que te quedes allí...
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