(fragmento x, no clasificado. La vida de Akanzu Yôtto)
Cuando llueve como ha llovido hoy siempre me acuerdo de Akanzu Yôtto. Mas aun, si salgo a caminar por las calles empapadas, escuchando el salpicar de los neumáticos a los charcos hondos que cubren el concreto citadino de esta inmensa, siento que camina a mi lado. Claro es que esto es solo una alusinación mía, un recuerdo del pasado, ocasionado por la temporada de lluvias monzónicas.
Oh si!. El monzón me recuerda a Akanzu Yôtto. Caminamos tomados de la mano. Pese a que no es una mujer en lo absoluto alta, y si mucho menos que eso, queda por encima de mí debido a sus tacones altos y a mi carencia de un buen atributo de estatura. Entonces la miro directo a los ojos y su sonrisa arranca la mía como florecillas de la tierra removida tras la impiadosa lluvia. El lenguaje del silencio que sus padres compartieran cuando ella era tan sólo una bebé, ahora me lo transmite de una manera telepáticamente misteriosa y magistral. Sinergia trascendental del amor, decía ella. Y bien, ahi lo tienen.
Claro está, que al citar en ella la palabra amor, y al referirme al lenguaje de sus padres, no pretendo haceros creer que Akanzu y yo algún día pudiéramos o pudimos llegar a convertirnos en los padres de los mismos hijos, no. Y esto era precismanete lo soprendente en ella. Akanzu Yôtto tenía una extraordinaria capacidad de amar y dejarse amar con otras personas sin evocar al destructivo ideal humano de la ilusión. Eso era lo mas maravilloso en ella. Incluso cualquier mujer podría llegar a experimentar un amor verdadero al estar a su lado. La convivencia con ella ha resultado para mi en una analogía con una estrella fugaz, hermosa y pasajera, e increíble como una leyenda. Si alguna vez llegas a verla, será tan breve y sorpresivo, que no te da tiempo de poder desear nada, sino hasta cuando ya ha desaparecido, y asi, cuantas veces te topes con ella en un futuro, ocurrirá lo mismo. Si llegas a escuchar de ella, como las leyendas que nos cuenta el abuelo, abrazamos la esperanza de que sea cierta, y aun en contra de nuestra lógica y nuestra razón, creemos que es posible.
Hoy ha llovido. Hoy ha llovido y el sumbar de las ramas de los árboles me la recuerdan a ella y su interminable amor, y me permite contarle a ustedes la leyenda de Akanzu Yôtto, la estrella fugaz que atravesó los cielos nocturnos. Si me preguntan que es de su vida el día de hoy, les diré que no me lopregunten, pues como las leyendas, nadie sabe cual fue su origen, ni cual su destino...
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