Hiroshima, tierra de mis emociones coloreadas, pálidamente:
Hoy descansando salí a caminar, y al hacerlo, me topé con un sentimiento antaño. Podría haber cerrado mis ojos e imaginar sin problemas que me encontraba en Cd. Valles, la tierra del palmar. Por un momento, hubiera podido jurarlo en verdad.
Allí luego-luego al doblar la esquina esta el parque, y a unos metros de las palmeras verdes montadas en esos túmulos de tierra y césped, se celebraba un evento de campaña política.
No fue esa última palabra la que evocó mis recuerdos (pues si bien es patética la impresion que tengo hoy en día del mundo político en México), sino el andar de la gente, el soplar del viento casi tibio, no frío, sino tibio, el cielo azul celeste tornándose negruzco, el color ambar de los faroles en las esquinas de los camellones, la gente arremolinada en la explanada, los algodones de azucar, los niños jugando al futbol.
Remomemoré la lectura de Azteca, y el momento en el que, cansado y extraviado en el camino, Mixtli se detiene a descansar sobre una banca y se topa con el Dios del viento, vagabundo errante que venía para susurrarle un secreto indescifrable hasta ese entonces sobre su crucial destino.
Casi arrancada por completo de mi pecho las raíz de la ilusión, deja su vacío un enorme hueco en mi alma que pider ser llenado por la mera y la absoluta contemplación. Sentarme sobre la plaza del jardín municipal, asistir con Rosa o solitario al recorrido habitual de la calle Hidalgo, caminar entre los puestos de la FENAHUAP (feria nacional huasteca potosina) mirando las ramas de lo árboles agitarse por el viento primaveral, iluminados por la luna de abril, acariciandote el rostro, las mejillas, el corázón...
Día con día crece en mi la duda de saber ya de una vez por todas, qué tanto podrá este fabuloso viaje aliviar mi espíritu, sanear mi alma, curar mis heridas. Bajo el chorro de agua fresca que cae desde la manguera del patio trasero hasta estas calles grises que hoy se pintaron de color recuerdo, hay una distancia temporal imprecisamente fija que aunque se acorta, parece ser eterna y hasta ilusoria, casi como un sueño...
El aire, aun cuando todavía es febrero, ya huele al vapor de la cocina proveniente del interior en donde cocina mamá...
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Faltan 23 días...
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