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fragmento #179, Volumen 3, Nubes de Agosto.
...Sentí como si se me cayera algo, algo que formaba parte de mi cuerpo hasta ahora y que de haberlo perdido tiempo atrás hubiera quedado moribundo. Pero se había convertido en una costra, una piel vieja que ahora podía quitarme de encima como la serpiente y vivir sin ella.
De pronto, allí frente a la inmensa noche por encima de los techos de las casas las luces de las mismas me parecieron como pequeñas células de luz a mitad de un océano de oscuridad que era el camino del hombre en la vida. Me alzaba yo por encima de muchas, miles, millones de ellas, viéndolas a pesar del negro con cierta claridad, y sin embargo, a miles de kilómetros por debajo de otras me encontraba yo tambien. El espacio era tan grande que se antojaba infinito, y se sentía sobrecogedor. Poco a poco el miedo ordinario quedaba en el olvido, trastocado en la pintura del pasado como un detalle mas aunque constitutivo del cuadro pintado actual de mi ser, pero sabía que tenia que enfrentarme a unos miedos mas grandes, a aquellos miedos que provienen de la profundidad del inconsciente humano.
¿Qué estaba pasando con mi vida?. Como un pequeño astro cruzando un vacío inabarcable me sumergía en una extraña sensación de inmortalidad. Era como renunciar a muchos deseos, a muchas obsesiones, a obstinados caprichos. Pasara lo que pasara, yo estaría bien. En eso radicaba esta nueva visión de mi 'yo' y del universo.
El sistema, poco ya importaba. Incluso la idea de abandonarlo por pura rebeldía parecía perder importancia y contradictorio. Algunos sentimientos básicos y emociones naturales volvían a mi cuerpo y podía yo recogerlas entre ambas manos como a pequeñas cuencas de agua de un manantial siempre manante, respetándolas, tolerando sus equivocaciones, sus imperfecciones, y aceptando las propias, tan mías como mis ideales.
Las puertas se abrían en terminos de actitudes, de nuevas visiones de las cosas y del mundo, no en los materiales y de consumo.
Los celos, la ambición material, el egoísmo infundado, la intolerancia, el absurdo e hipócrita juicio, la inexistente autocrítica. Todos los obstáculos del hombre en su evolución de la consciencia pasaban a niveles tan bajos que pensé que podría entregar mi vida en cualquier momento a cualquier momento, y a cualquier persona. Pero aun me faltaba algo.
No obstante, había todavía mucho antes que experimentar. No me abriría paso entre el inmeso espacio solo por correr desesperado, presa de la impaciencia. A saber, me estaba convirtiendo poco a poco en el hombre que vagamente vislumbraba hace muchos años, y que era el mismo tipo de hombre que quería ser...
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