Hoy dentro de unas horas hará exactamente dos semanas que invitado espontáneamente por un amigo mío de la calle, vecino mío y amigo de hace muchos años, Alberto, fui a un bar situado a unas cuadras de aquí muy cerca de la compañía de luz de Villa de las Flores: La Séptima Escencia.
Este tipo de lugares, no muy frecuentados por mi y de hecho prácticamente nada en los últimos años, son muy abundantes en la zona del Boulevard Coacaclco. Todos los sabados y domingos que se que forzosamente tengo horario de cierre en el trabajo y paso por afuera de ellos, escucho la música viva (por lo general de rock) de algún grupo que generlamente toca y canta muy bien proveninete de los interiores de los pisos altos, y los motores de las motocicletas que ocasionalmente juegan arrancones utilizando el tramo comprendido entre dos semáforos.
Cuando él dijo: "Vamos un rato, yo te invito", me dije: "¿por qué no?". Añadamos algo inusual mas al día, pues había sido un día un poco inusual.
Entramos como a eso de las once y cuarto de la noche y nos sentamos en unas sillitas redondas que estaban como a unos seis o siete metros de la plataforma en que tocaba un pequeño grupo. De hecho, apenas comenzaba la noche y la actividad en ese lugar. Dos guitarristas, uno en el órgano, un baterista y lavoz del micrófono. Las luces eran bajas y de un color violeta-rojizo. La barra estaba al fondo, a espaladas de nosotros, y no habían transcurrido ni diez segundos de que nos sentamos cuando una de las jóvenes preguntó que tomaríamos.
Como es de saberse, no soy un bebedor ni siquiera ocasional, siendo Navidad y Año Nuevo los únicos días del año en que mi hígado ha tenido la incómoda experiencia de recibir alcohol en todos estos años de vida. A pesar de ello, estaba aquí, y ahora tenía que pedir algo de esa larga lista de precios exhorbitantes por una bebida exótica, pues la cerveza ocupa los primeros lugares en mi lista de insumos detestables. Decidí probar un beso de ángel para comenzar. Sabía que era una copa muy pequeña y de un sabor exquisito que contenía moka, y que generalmente eran bebidas para mujeres o para aquellos que no quieren embriagarse de plano, asi que no dudé. Aunque no pretendía abusar de ello puesto que si llevaba dinero, Alberto dijo al fin y al cabo, que él invitaba. Francamente, creía que no consumiría a lo sumo una copa mas a parte de esa. Pero estaba equivocado.
En esas "tempranas" horas, el lugar estaba prácticamente vacío. Solo había un grupo de amigos compuesto por unos tres sujetos y unas cinco muchachas sentadas en una de las mesas que daban a una de las ventanas y parecían estar muy ambientadas, y una jóven sentada hasta el frente en una mesa solitaria, quién parecía venir con el grupo o ser la novia de alguno de sus integrantes.
Así comenzó la tocada, con "Beber de tu sangre", y fue una suerte que así comenzara, con una canción que si conozco, pues pude unirme al canto a grito tendido con los pocos clientes que habíamos hasta entonces. Luego vinieron una lista de varias que he oído y que reconocí pero que no suelo escuchar. Alberto pidió una cubeta e, increíblemente cuando hizo que por la fuerza accediera, luego de inisstirme por espacio de una media hora, no encontré tan desagradable el sabor de una negra con bastante limón y sal. Así que me tomé un pardeellas, mas movido por la terrible sed que me acompañaba que por que me haya gustado en sí ese sabor agri-amargo de la cerveza. Pretender sofocar la sed con bebidas exóticas, era igual a tirar mi quincena por la coladera una noche de viernes.
Debo decir que me fue grata la noche incluso cuando el grupo hizo una pausa para descansar y nos pusieron música en lapista para bailar, asi que por espacio de media hora no solo fue escuchar y estar sentado y bebiendo. Luego comenzó la segunda sesión del grupo y esta fue un poco menos emotiva pero igual de agradable. Para entonces ya había por lo menos unas tres o cuatro mesas con ocupantes. Yo pedí todavía una Luces de la Habana cuyo sabor es simplemente celestial.
Salí alrededor de eso de las 2 ymedia de la madrugada, puesto que debía de ir a la mañana siguiente a mis clases de japonés y quería dormir un poco. No obstante que llegue perfectamente a mi casa en mis cinco sentidos y de hecho me detuve antes en el Oxxo para comprar un litro de leche y unas donas, caminando entre los baches nocturnos de regreso a casa sentía que de repente tenía que usar mis brazos a manera de alas de avión para equilibrarme, pues comenzaba a dar vueltas el piso en mis pupilas.
Me levanté sin mayores dificultades, y gracias a Dios no padecí de ningúno de los efectos desagradables como los que aseguran tener los esxpertos bebedores,así que tomé mi mochila y mis libros de gramática y kanjis, y, en menos de horas estaba ya al lado de Vanesa y de Walter-san, frente a Ximena-Sensei en el kyuuhitsu de la ACIA en la colonia Vértiz Narvarte.
"Tal vez pasen por lo menos unas dos o tres semanas antes de que vuelva a pisar la Séptima Escencia, o cualquier otro lugar así", me dije, pues aunque me resultó agradable y diferente y se que quizá a medida que lo haga lo vaya siendo mas, estoy perfectamente consciente de que mi gusto no debe convertirse en un vicio, en una adicción.
Rompí la monotonía una vez mas, actividad que últimamente es mi mayor diversión, sin importar los medios que utilice para ello. Eso fue lo bueno y lo rescatable de la noche.
El mundo es enorme...
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