viernes, diciembre 23, 2005

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Su majestad:


Erosionado. Así es como he estado todo el día de hoy. 23 de diciembre. Salvo aquella sensación rara de tranquilidad inmensa y misterio que se apoderó de mi anteayer en la noche, cuando llegaron mis padres desde provincia a pasar la navidad conmigo, me sentido así.

Trato de pasar con ellos todos el tiempo posible, trato de llenarme de ellos y de su compañía, del amor que puedan darme en estos breves días que estarán conmigo. Les miro y me doy cuenta que siguen igual que hace un año, como cuando dejé la casa y me aventuré a ganarme la vida por mi mismo, a perseguirla a ella....

Ha sido difícil, nadie dijo que no lo fuera. Lo ha sido. Mucho. Mucho mas de lo que alguien que no lo ha hecho se pueda imaginar.

He perdido las esperanzas de todo reencuentro con Ruth. No creo que haga algo estos últimos días ni los posteriores. Precisamente ayer que salí temprano del trabajo, pasé por su casa de regreso en mi bicicleta. Siempre paso de largo, sin voltear a verla, obligándome a pensar que mi rumbo me obliga a ello, pero que no es necesario que lo haga, y si acaso, hecho una ojeada de refilón.
Ayer cometí un grave error, volteé a verla de lleno. Giré mi cabeza en dirección de aquella pequeña casita blanca y melón de dos pisos de la calle Estepa.

Estaba oscura, como en las pinturas viejas de melancolía. Hice tronar los frenos de mi bicicleta, casi sin haberlo hecho por propia voluntad, sino como manejado a control remoto. La llanta empezó a dejar de girar, sus ejes comenzaron a bailar a otro ritmo, las hojas de los árboles crujieron debajo de ella, el silencio de la tarde y el frío se conjugaron todos en un instante.

Ninguna luz provenía del interior. Sombría. Eso era.
Sin tocar el timbre pude darme cuenta que no había nadie en el interior. Parecía como si hubiese sido abandonada hace algunos días. ¿No estarán?. Tal vez fueron a pasar la navidad con algún familiar, aun cuando recuerdo que no acostumbraban a hacer eso, según me contó la misma Ruth un día...

Demonios. Fastidiosos y temerarios demonios viven en el inconsciente de uno, y los míos pronto empezaron a asediarme.

“Ya no vive aquí..:”
“Se han ido muy lejos...”
“Ya no solo estás lejos de ella sentimentalmente, ahora hasta físicamente...”
“Nunca volverá...”
“Si, ya no...”
“Ya no la verás mas...”
“Se ha ido al mas allá...”

Basta! Grita mi cabeza. Todos esos murmullos diabólicos se diluyen en mi raciocinio cuando recuerdo que Vero, su hermana, me ha enviado recientemente un mensaje pidiéndome prestarle el teléfono un día de estos.

“Entonces siguen viviendo aquí...” – y suspiro aliviado.

“Jajaja”se ríen ellos.
“Si. Su mamá, su abuelita y Vero siguen viviendo allí, pero...ella no. Se ha ido.”
“Se fue a vivir sola, ya es lo suficientemente fuerte para vivir sola”
“O quizá, con alguien...”
“Con Toño, no?...”
“Si, uuu! Ya tiene rato!. Ya pasó lo que siempre has temido...”
“Se te fue, ya, márchate, no haynada mas que hacer...”

Fibras. Fibras de mi ser son tocadas desde el nervio. Me sacuden como a un pétalo en el viento. El viento de una tormenta de abril.

Se que no hay nadie. La bicicleta casi se ha detenido justo en frente de su puerta. Hay una estrella navideña y escarcha en la marquesina. Lucesitas apagadas en cascada cuelgan desde la ventana. De pronto me convenzo de que, en realidad, aun viven allí, si no, ¿porque todo eso?.
NO tocaré el timbre.
Espera!.
Ni siquiera están, la casa esta vacía, oscura...

Si lo está.... pero un espíritu poderoso vive en ella.
Agacho la cabeza.
Un sentimiento de derrota me invade de pies a cabeza.
¡Cuántas veces no he estado aquí parado de la misma manera!.
Olvido. Y se que no hay maldad en nada, solo injusticia...

Poco a poco los ejes de las llantas empiezan a bailar de nuevo, a ese ritmo rápido y circular. Los frenos las han liberado. Las hojas rotas se quedan atrás, mi silueta se pierde tras la esquina de Meseta, y se vuelve un punto borroso entre la niebla fría a lo lejos, en el exterior...

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